Cada mañana, Eva le daba gusanitos de chuche a la misma paloma, que tiene daño en una pata y si estuviera en medio de Barcelona estaría más que condenada. También sacaba un charquito de agua de la fuente y la paloma bebía de allí. No me dí cuenta hasta hace poco que le comenté: "esta paloma se ha engordado, no?" y me contó toda la historia.
Aish, Eva, que todo te vaya muy bien y que se te solucione la vida, te lo mereces más que nadie.
Un gran abrazo de todos los monstruitos.
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